305. El Club de la Residencia “Amigos de los Museos” disfruta del Prado.

PradoLa semana pasada pudimos disfrutar, junto a las alumnas residentes e irlandesas de Bachillerato Michaela D., Susie G. Mirinn H., Zoe K. y Portia O., de un agradable paseo artístico por uno de los museos más importantes del mundo: el Museo del Prado de Madrid. Antes de comenzar nuestro recorrido, nos detuvimos a contemplar el imponente edificio neoclásico culminado por Juan de Villanueva, finalizado a principios del siglo XIX; sus tres entradas homenajean a los tres pintores españoles más venerados de la pinacoteca: Murillo, Velázquez y Goya. Como el lugar es inabarcable en una sola tarde y nuestras estudiantes no conocían nada de lo que allí se exhibe, decidimos centrarnos en la pintura española, en la colección de Goya y en la de Velázquez, pero sin olvidarnos de lienzos paradigmáticos de algunos autores extranjeros dignos de mención.

Comenzamos la ruta del arte con la sala dedicada a El Bosco. Explicando la multitud de escenas y la simbología del tríptico de El Jardín de las Delicias. Dejamos el listón muy alto; “¿de dónde sacaba esa imaginación tan desbordante a principios del siglo XV?”, se preguntaron las alumnas. Pero fue la mesa de Los Siete Pecados Capitales lo que más les cautivó, quizá porque no pensaban que un mueble también podía ser portador de arte.

Aprovechando que el museo cuenta con la mayor colección de la obra del genio Francisco de Goya, no quisimos perdernos ninguna de sus etapas, desde sus primeros encargos para los reyes, aún neoclásicos y envueltos en amables tonos pastel, hasta las inquietantes Pinturas Negras. Fueron estas últimas las que más llamaron la atención de las estudiantes, sobre todo al contemplar Perro semihundido, sobre la que debatieron si estaba inacabada o el pintor quiso dejarla así, y El Aquelarre, donde el misterio y el terror se mezclan con la maestría técnica del genio.

Pasado este desasosiego artístico, pasamos a Diego Velázquez. Tras explicar las innovaciones temáticas y técnicas de Las Meninas y de otras obras de encargo real, quisimos centrarnos en las pinturas mitológicas, como La fragua de Vulcano, donde Velázquez capta la historia como si de una fotografía se tratara, o Las Hilanderas, su obra más metapictórica.

Como broche final, quisimos descubrir algunos de los secretos de la perspectiva renacentista italiana a través de una magnífica obra: El Lavatorio, de Tintoretto. El autor nos muestra una escena del Nuevo Testamento en un ambiente veneciano y renacentista con varias escenas en un formato horizontal; al observar el cuadro recorriéndolo de extremo a extremo, vimos cómo la mesa central cambiaba de posición gracias a esta forma simbólica de representar la realidad que crearon los italianos: la perspectiva. Tras el asombro inicial la pregunta de las alumnas fue: ¿Cómo lo consiguió?

Club: “Amigos de los Museos”